LA VI FERIA DEL LIBRO DEL CUSCO

Se ha celebrado una sexta edición de esta Feria del Libro, lo cual con todo y con lo que falta me llena de beneplácito y sobre todo de reconocimiento quienes desde extremos de la no burocracia, la hacen posible. Creo también que esta Feria debe ser organizada insuflada de un espíritu universal, de tolerancia y convocante, desde el principio de ser el centro del mundo. Amplio y universal. Pero no puedo dejar de ser crítico con la VI edición de la feria del Libro del Cusco, que de Internacional ha tenido muy poco. Como lo dijera antes, en un artículo publicado el año pasado y repitiendo mucho de él; La feria del libro debe ser un evento que está, o debería estar llamado a ser una de las cartas de presentación de nuestra ciudad, un producto cultural que nos posicione en el calendario internacional, con liderazgo y con menos improvisación como se viene haciendo. Si bien es cierto; en este tema tenemos casi 600 años de atraso desde que la primera feria que se celebró en Frankfurt, Leipzig o Medina; ahora en el mundo actual, es una posibilidad de la denominada industria cultural, que venimos desperdiciando. En esta sexta edición, se han repetido errores como el de poner muchas carpas, aunque mejor previstas para el temporal, creo que siguen siendo de pésimo gusto estético, usar la plaza que creemos debe ser el centro de casi todo, o toda actividad de nuestra ciudad, termina desvirtuando la razón misma de la Plaza de Armas o Mayor y de cuanto evento se coloca ahí como un emplasto de nuestros entusiasmos provincianos. Esta situación por sí misma, nos hace denunciar que el Cusco, necesita INFRAESTRUCTURA LUDICA y/o Cultural, hace falta un recinto ferial adecuado, hacen falta centros de exposición y demás. Mientras tanto el uso de la plaza podrá ser casi una emergencia. Este año han estado más ausentes la universidad o las universidades locales, lo que en la anterior feria fue un aliento hoy se desdibuja en un monopolio ineficiente
del Ministerio de Cultura. La creación de las ferias del libro como industrias culturales, con la intervención de las universidades latinoamericanas pudo establecer un factor decisivo en la transformación de la universidad, en una universidad innovadora y capaz de generar una vinculación entre el sector editorial productivo, el sector universitario y la sociedad, donde la consecuencia directa es la difusión de los saberes, de las ciencias y la cultura en nuestras sociedades. Acá no está sucediendo eso. La Universidad ha evolucionado del estadio tradicional, como un ente productor de conocimientos, la Universidad debe constituir las plataformas socio-institucionales que garanticen la difusión de conocimiento en la población a través de la feria del libro, lo que permite acentuar el carácter social de la misión de la feria del libro. Este es un aspecto a resaltar, aunque la presión en este evento está en poner nuestra feria del libro al nivel de la feria de Guadalajara, la de Colombia y por qué no la de Buenos Aires. Una feria del libro es un evento cultural y económico que constituye un punto de encuentro entre la oferta (prestadores de productos editoriales) y la demanda (lectores-compradores).Las ferias del libro son importantes herramientas de comunicación que representan espacios de promoción de la lectura, de valorización de la literatura y del conocimiento. Además, una feria del libro se constituye en un espacio de acceso al libro impreso y digital, de formación de lectores y promotores de lectura como vía principal para lograr el desarrollo personal y comunitario. Ojala existan relaciones mejor elaboradas entre los editores, los lectores, los libreros y quienes sean capaces de producir obras de expresión oral o escrita. Ojala Existan; pues mejor dicho, en nuestra Feria del Libro estos espacios son nulos e inexistentes, casi diría yo secuestrados por algunos funcionarios del Ministerio de Cultura y por algunos pensamientos demasiado ideologizados. Esta edición tuvo todavía mucha artesanía, muchos polos y demasiados vendedores de revistas y fascículos coleccionables pasados, y hasta reproducciones de discos de dudosa procedencia. De hecho los puestos más exitosos fueron los que remataban libros de segunda mano. Lo que lleva a una reflexión sobre la feria misma. Nuestra feria del libro, no ha traído autores internacionales, en esta edición, ha destacado eso sí; nuevamente La Sinfónica del Cusco, y algunas actividades paralelas, pero le falta una visión mayor, un concepto de feria internacional propiamente dicho. Universal, donde el reconocimiento de lo nativo no sea la vocación de formar un reducto de resistencia, si no; el ser un elemento de valorización global, de inclusión y posicionamiento uni
versal. Las Ferias son espacios concentradores que reúnen a compradores y vendedores profesionales de forma periódica, durante un lapso acotado (por ejemplo una o dos semanas cada año o cada dos años). La mayoría están abiertas al público en general. La potencialidad de cada espacio suele estar perfectamente identificada por los actores sectoriales, quienes conocen la modalidad comercial particular en la que se desenvuelve cada una. La actuación del sector público se produce de dos maneras: 1) mediante la presencia directa del Estado a través de stands u otro tipo de participación oficial, y 2) facilitando la presencia de empresas privadas en el evento. Otra dimensión importante, que quiero destacar en el diseño de las ferias del libro, es la económica. La misma siempre estuvo presente de manera predominante en la concepción de cualquier feria y, sin ella, el evento no tendría su sentido de ser. Sin embargo, entendemos que esa percepción no puede reducirse al resultado final del movimiento financiero. El éxito económico de una feria debe medirse solo por el número de libros expuestos y vendidos. Siendo así, defendemos una visión más amplia de su papel económico, relacionándola directamente con la función de la industria editorial en el desarrollo macroeconómico. Puede plantearse, por ejemplo, la reflexión acerca de en qué medida el mercado editorial impacta en el Producto Interno Bruto de un país o cuál es el papel estratégico de la industria editorial y de la economía creativa del libro en el desarrollo económico como un todo. En ese sentido, las ferias del libro deben buscar espacios en su programación que puedan traducir esa función económica, mostrando cuadros de indicadores con impactos y resultados de la economía del libro, revelando sus éxitos, dificultades y posibilidades, las cuales apunten a un desarrollo económico socialmente justo y sustentable en la región. Surge así, también el papel social que una feria del libro debe asumir entre sus objetivos. Hablamos de la dimensión de ciudadanía, el aspecto de la responsabilidad social, que todos los actores de las cadenas creativa, productiva y mediadora del libro y de la lectura tienen con la formación de ciudadanos en la región. En el marco de esa percepción enarbolamos la defensa del derecho a leer y escribir como un derecho básico y una práctica social. O sea, la lectura como un derecho humano que permite el ejercicio pleno de la democracia. Siendo así, podemos afirmar que se trata de un derecho de ciudadanía. Ojala esta edición feriante, muestra una maduración de un evento que debería ponernos en las vitrinas de Latinoamérica y el Mundo. A mejorar en la VII edición.

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