La izquierda está intentando reescribir la historia para reivindicar sus ideales socialistas. Creo que fue el humorista catalán Perich quien dejó dicho que el problema llega cuando el típico «así se escribe la historia» pasa de ser una observación a convertirse en una orden. Y ya hemos llegado a eso. De la vieja URSS se decía que era el único país en el que el futuro era fijo mientras que el pasado cambiaba continuamente, porque el control del pasado es el control del presente.
Lo tengo dicho: si se dice de los generales que siempre se preparan para la guerra pasada, a los pueblos les pasa tres cuartas partes de lo mismo, y oteamos el horizonte, vigilantes contra el totalitarismo, esperando ver llegar uniformes y banderas, policía política llamando a la puerta a la hora en la que ya no llama ni el lechero (¿qué es eso?), sin darnos cuenta de que en el siglo XXI el totalitarismo sonríe y tiene urnas y va de paisano.
Desde hace ya unos buenos años, cuando Hugo Chávez intervino y buscó reproducir lo logrado en Venezuela. El 2002, esta es una estrategia de las izquierdas en Latinoamérica y en el Perú. Chávez inició una campaña contra la Conquista de América y quienes fueron parte de ella, cambió el Día de la Raza por el Día de la Resistencia Indígena. Así mismo, en 2004, una turba de Chavistas derribó con sogas la estatua de Colón de «Plaza Venezuela» en Caracas. Aunque inicialmente Chávez se mostró disgustado por el acto, luego declaró que Colón fue «juzgado y condenado públicamente«. Y es que la demonización de Colón y con ello de todo lo europeo, particularmente español, era útil para el discurso bolivariano, dada la gesta independista de su ídolo. Movimiento al cual se sumó Cristina de Kirchner, logrando que acepte un regalo de su co-ideario Evo Morales, consistente en la estatua de Juana Azurduy, heroína de la independencia nacida en Bolivia. Lo cual fortalecía a su vez la figura de Cristina al reemplazar una figura histórica masculina por una femenina. Fue así que pese a meses de juicios, peticiones y protestas, la estatua de Colón en la capital de Argentina fue retirada y suplantada. El mito bolivariano, el discurso imperante, necesitaba implantarse a través con su propia versión de la historia.
Este movimiento ha llegado también a EE. UU. a través de la izquierda radical. Está en auge desde las recientes protestas que exigen la demolición de estatuas históricas. Comenzaron con figuras de la Guerra Civil, vinculados a la promoción de la esclavitud. Luego, siguieron los santos católicos. Pues equiparan a la religión con la colonización y a partir de ahí se vuelve una bola de nieve que se convierte en avalancha cuando amalgama e incluye a todo aquel vinculado al pasado. Y la estatua más antigua en los EE. UU. Justamente fue levantada en honor a Cristóbal Colón. Objeto de atentados en los días anteriores.
Ahora mismo la estatua de Cervantes ha sido profanada en San Francisco, por los antifascistas y como bien se señala en una publicación de libertario, “menos mal el honor del novelista no radica en una estatua, sino en su obra, lugar inhóspito para estos revolucionarios del siglo XXI
La estrategia de reescribir la historia consiste en la Orwelliana máxima donde, no importaba qué se decía ni cómo se decía ni cuándo, solo quién lo decía. Ya que la única versión era la versión oficial, la del partido. Con ese fin la historia se borraba por completo de la mente de los ciudadanos, solo quedaba lo que les contaban, y así la única opción era obedecer y acatar para luego repetir. Se sintetiza en la siguiente frase: «Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro».
En el caso peruano, este intento de reescribir la historia, no es nuevo; pero se a hecho evidente con la metodología de los documentales, donde el escandalo no es que se hagan versiones libres que quieran mostrar como buenos e inmaculados a ciertos personajes y malos muy malos a otros,; si no en el uso de los fondos públicos, que debieran ser usados con objetividad y sin sometimiento a ninguna tendencia ideológica. El otro aspecto grave es que se pretenda qu es estos encargan verdades oficiales y absolutas.
El documental de Hugo Blanco sin duda ha puesto el dedo en la llaga, y demuestra cómo se quiere REESCRIBIR LA HISTORIA DEL PERU, sumando un esfuerzo más a la vieja perorata de que en el Perú no hubo Terrorismo , si no conflicto interno o cosas por el estilo. Lo que no quiere decir tampoco que en el Perú hubo y siguen existiendo terribles injusticias y abusos que debemos solucionar en democracia. Sobre el cual quiero reproducir lo que Darwin Urquizo, joven líder político ha publicado:
“…Hay dos problemas en la acción y causa de Hugo Blanco:
1. Su rebelión fue contra un gobierno democrático que quería cambiar ese país injusto, pero la democracia siempre es lenta. La reforma agraria lenta, pero ya se estaba empezando a discutir. No fue una rebelión contra una dictadura opresora, sino con un gobierno elegido con planes reformistas. El demócrata Belaunde tuvo que lidiar con subversiones marxistas auspiciadas por Cuba en muchos casos y, después, en su segundo gobierno, contra el fanatismo marxista –
2. Hugo Blanco no era un demócrata, era un marxista troskista. Si su sueño revolucionario hubiera triunfado, el país hubiese vivido en un régimen dictatorial como eran los gobiernos socialistas de entonces y de hoy en nombre del “bien común”. La intransigencia hacia la democracia que ellos consideran burguesa es dogmática. El Perú no se habría liberalizado, al contrario, se hubiesen matado a opositores y cualquier vestigio de discrepancia. Eran las cosas así. Inclusive, Hugo Blanco critica a Abimael Guzmán no por entablar esa estúpida “revolución”, sino por su rendición y su mandato de guardar las armas. Hace poco, en la entrevista que le hacen cuando apoyaba a Verónica Mendoza en las elecciones del 2016 él dice esto literalmente: “Yo no creo que la solución sea electoral”.
Ahora, no se puede censurar una película, obra, novela porque moleste a un sector. Eso no podemos hacer. Lo que sí debe llamar la atención es el uso de recursos públicos para financiar proyectos que claramente tienen una tendencia ideológica, solo esos proyectos. Eso es raro y debemos observarlo. Si una película es buena que se demuestre en su exhibición, no recibiendo dinero estatal.” (sic)
Lo que no puede permitirse es que se distorsione la historia, y menos con dinero del estado, de todos, que se pretenda imponer una versión oficial de las cosas, y que quien ose diferir de ellas sea descalificado, tildado de fascista bruto o achorado. En todo caso las versiones libres, libres deben ser en un marco de tolerancia, apertura y debate. La cultura y la historia no pueden ser secuestradas, tampoco la biología. Pero no ha habido tiranía a lo largo de la historia y sobre la faz de la Tierra que se haya atrevido a tanto, que obligue a negar no solo lo evidente sino lo evidente de lo más importante, de lo crucial, de quiénes somos y con qué sexo hemos nacido y moriremos. No se trata de tolerar las fantasías de unos pocos -muy, muy pocos, aunque crecerá el número inevitablemente-, sino de colaborar con ellas y alimentarlas.Y sobre todo eso, no tendremos un pasado en el que inspirarnos para combatir la mentira universal, porque los poderosos habrán puesto el pasado a su servicio.
Fuentes :- Candela Sande, Mamela Fiallo Flor y Darwin Urquizo Pereira.