Mientras que en la Unsaac existe un descarado espíritu de cuerpo y cobardía; en la Andina, las denuncias con evidencias no sirven de nada.
Lobos disfrazados de académicos acosan sexualmente a sus “presas” entre las aulas por una simple nota. Deberían ser la voz sabia de un amauta, pero solo arrastran el susurro de un acosador abusivo. Son docentes universitarios que ostentan títulos académicos, pero se comportan como carroñeros intelectuales que se alimentan del miedo y la sumisión. Las alumnas tienen rostro, tienen una denuncia, pero también tienen miedo. Esta realidad que ya no se puede ocultar más, se presenta en las dos principales universidades del Cusco. El silencio ya no es una alternativa.
Jóvenes que, por temor a no poder graduarse y concluir la carrera, han callado por mucho tiempo. Estas heridas han vuelto a sangrar, ya que esta semana, cuando el rector de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco (Unsaac), Eleazar Crucinta, declaró que los más de 40 casos de acoso en investigación en la universidad nacional se caerán, pues sus colegas, los docentes universitarios que ostentan doctorados y que dan clases de ética y deontología y al mismo estilo de ‘otorongo no come otorongo’, han decidido renunciar a las comisiones que investigan estos casos porque no quieren ganarse pleitos. Más que espíritu de cuerpo, una vergonzosa complicidad.
Yuri Hermoza, presidente de la Federación Universitaria de Cusco, aseguró que en la Unsaac, los abusos quedan impunes o no se denuncian por represalias, o peor aún, “todos se hacen los locos”.
Esta semana, en el dominical Tendencia Semanal, se mostraron las formas en que las estudiantes son acosadas sexualmente. Todas estas mujeres, son conscientes que no pueden contar ni con Eleazar Crucinta, el rector de la universidad nacional, ni mucho menos con Yanira Bravo, la mujer rectora de la reconocida universidad privada: la Universidad Andina del Cusco.
DOS CASOS QUE INDIGNAN
El maestro de los besos. Una estudiante de posgrado, quien se desempeñaba como delegada de su promoción, presentó una denuncia formal contra un docente de la Universidad Andina del Cusco por acoso y hostigamiento. Según su testimonio, al contactarlo para solicitar el sílabo de un curso, el profesor respondió con insinuaciones inapropiadas, proponiéndole entregar lo solicitado, solo si salían a comer juntos o si ella aceptaba ir a la casa del docente. Durante las clases, el docente intentó acercarse aparentemente a ella en varias ocasiones, hizo comentarios insinuantes frente a sus compañeros y posteriormente le envió mensajes donde insistía en verla a solas, sugiriendo incluso “besos”. Además, la amenazó con extender la jornada académica hasta tarde si no accedía a sus peticiones, lo que generó malestar en sus compañeros, quienes desconocían la situación y la responsabilizaron por el retraso.
El acoso continuó en los días siguientes, con el profesor tocándola sin su consentimiento y manteniendo una actitud insistente. En una conversación con el grupo, mencionó que en el próximo semestre asumiría más cursos y que dependía de la delegada coordinar con él para evitar que los estudiantes desaprobaran. La denunciante interpretó esto como una advertencia, temiendo represalias académicas.
Finalmente, decidió presentar la denuncia ante la rectora de la Universidad Andina del Cusco, incluyendo como prueba los mensajes de WhatsApp en los que el docente realizaba insinuaciones directas. Como prueba de esta denuncia, la estudiante presentó a la justicia mensajes de WhatsApp donde el docente de iniciales J.A.A.R., quien aún sigue dictando clases en la Facultad de Estomatología como docente principal.
En los pantallazos de WhatsApp, se lee que la estudiante le escribe: “Doctor, ¿si nos pudiera enviar el sílabo?”; a lo que el denunciado responde: “Ok, doctora, ¿y cómo vamos a hacer para hablar, o nos vamos a ir juntos, o no sé?, inmediatamente, el propio docente añade: “Oh al… Perdón”. De forma evidente, esos tres puntos suspensivos significaban algo prohibido.
Pero esa conversación continuó con la extrañeza de la estudiante, quien respondió con interrogantes, “¿Hoy?, ¿Cómo hablar?”, pero el acosador fue directo en su pedido, “Si quieres de frente a los besos, y ya no hablamos”. Indignada, por el pedido, la estudiante le replicó, “¿Cómo así?” y el acosador retrucó escribiendo “Ya pues, ya pes, ya pese”, “Dime”, “¿Por qué les diré, les diré que se vayan todos a su casa temprano?”, “Para que hagan el trabajo con calma”.
“QUIERO HACERTE EL AMOR”
Una egresada de la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables de la Universidad Andina del Cusco denunció a dos docentes por acoso y abuso de poder. Según su testimonio, uno de ellos, identificado con las iniciales de J.C.C, habría aprovechado su situación académica para intentar manipularla.
Todo comenzó cuando ella, a punto de egresar, tenía problemas con sus notas y solicitó apoyo para subsanar el curso de Tesis 1. El docente la citó fuera de la universidad, en una zona cercana, y le pidió que subiera a su vehículo para conversar. Una vez dentro, arrancó el auto y la llevó hasta la zona de Puente Angostura, donde comenzó a tutearla con comentarios indebidos. En el trayecto, le insinuó que, a cambio de mejorar sus notas, accediera a un “trato especial”, mencionándole que había un hotel cerca donde podía ir. Todo quedó grabado en audio, incluida la descarada propuesta: “No perdamos tiempo, quiero hacerte el amor”.
Los denunciados siguen en las aulas. Las autoridades universitarias callan, los títulos los protegen y los reglamentos los blindan. Los rectores son estatuas de piedra, viendo todo sin mover un solo dedo. Cada nuevo semestre es una oportunidad más para que los abusadores elijan a su próxima víctima. Alguna va a “caer” y si no se puede o son denunciados, no pasa nada: como en estas dos historias y todas las que serán impunes en la Unsaac.