Ecos de Pompeya (2da parte)
Carta a los estudiantes: Hemos dicho en la primera parte de esta columna, que nuestra época está acabando como sepultada por una erupción volcánica. Si nos preguntamos ¿qué hacia el personaje de nuestra historia mientras el Vesubio explotaba? Podemos responder en una sola palabra: Estudiaba. Su relato es impresionante, forma parte de los textos de los autores de la antigüedad clásica. Y ha servido a historiadores, pero también a las ciencias naturales, al punto que los vulcanólogos han catalogado ciertas erupciones como “plínicas”. Y nos sirve ahora como ejemplo: Cuando ocurre el suceso tiene alrededor de 17 años, y según cuenta, se hallaba dedicado a sus deberes de estudiante, mientras empezaba el fenómeno. A sugerencia de su tío, Plinio el Viejo, deja la lectura en la que está abstraído (La historia de Roma, de Tito Livio) para hacer una descripción detallada del fenómeno, y en el momento en que se dan cuenta que se encontraban en peligro, abandona el lugar, no sin antes socorrer a todos los que puede. Así que mientras John Snow está peleándose a punta de espada contra los malos y vengándose de todos los que puede entre los escombros de Pompeya, Plinio el Joven está formándose como el historiador que será, y también está produciendo conocimiento. Creo nos toca imitarle.
Estudiamos cursos de sociales, debemos enfocarnos, la antropología y sus aportes nos permitirá entender las dinámicas de cambio social y cultural que se vendrán; revisar y discutir la historia reciente del país, y su relación con procesos de escala mundial nos permitirá adaptarnos a estos nuevos tiempos en la medida en que las experiencias históricas nos señalen los derroteros a seguir, sin caer en viejos errores. Y desde nuestros propios campos de acción y proyectos de vida, podemos generar también, hoy más que nunca, propuestas y soluciones.
El famoso sociólogo francés Alain Touraine, autor de Critica de la modernidad, ha dicho respecto a esta crisis del coronavirus que: “lo que hay es un derrumbe de lo que, en la sociedad industrial, creaba un sentido: el movimiento obrero. Es decir, hoy no hay ni actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni nacionales ni de clase. Por eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra, con una máquina biológica de un lado y, del otro, personas y grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia, sin lenguaje. Es el silencio”.
Crisis civilizatoria, miedo y cambio
“La pandemia actual es solo un aspecto de la crisis planetaria provocada por el hombre, conocida como el Antropoceno; el cambio climático fuera de control y la pérdida de biodiversidad son otros, y todos están conectados. COVID-19 nos confronta con una crisis de civilización tan inmediata y tan severa, que la única estrategia real será la que pueda alcanzar y sanar la red de la vida”, leo en un portal del Observatorio Plurinacional de aguas, que pertenece a un grupo de activistas ecologistas. No puedo no recordar el clásico de Marshall Bergman Todo lo sólido se desvanece en el aire, sobre la experiencia de la modernidad, sólo que ahora la propia modernidad va desvaneciéndose como lágrimas en la lluvia, mientras el gobierno dicta cada vez medidas más serias para controlar el toque de queda y los derechos básicos ciudadanos han sido suspendidos.
También he sentido miedo, de hecho el personaje de esta historia, Plinio, también describe sus momentos de estupor frente al Vesubio y su columna de humo elevándose a la estratósfera, pero no permanece petrificado. Plinio corre fuera de peligro y vive una larga vida, con la sensatez para vivirla. También hay que decir que puede escapar porque tiene los medios para hacerlo, una suerte de pequeño yate de la época. Insisto, debemos imitarle, y conseguir también los medios para superar esta coyuntura: A partir de esta crisis, el Estado debe garantizar el acceso universal al servicio de banda ancha de internet, para todos los estudiantes del país, en primer lugar.