PROYECTO DE SISTEMA DE VIDEOVIGILANCIA AMENAZA LA LLAQTA DE MACHU PICCHU

Inversión millonaria de Mincetur pone en riesgo el patrimonio y no garantiza seguridad.

En 2023, el Plan COPESCO Nacional –unidad ejecutora del Mi­nisterio de Comercio Exterior y Tu­rismo (MINCETUR)– adjudicó la elaboración del expediente técnico para implementar un sistema de vi­deovigilancia en el Llaqta de Machu Picchu. El objetivo: aumentar la se­guridad en uno de los destinos tu­rísticos más importantes del planeta. La inversión: más de 322 mil soles, destinados exclusivamente a la ela­boración del expediente técnico, que incluía el diseño, memoria de cálculo, planos, especificaciones y criterios de instalación para un futuro sistema de videovigilancia en Machu Picchu.

La idea parecía sencilla y legíti­ma. Pero lo que debía ser un proyecto estratégico para resguardar el patri­monio cultural de la humanidad, hoy se ve cuestionado por fallas técnicas graves, decisiones de alto impacto arqueológico y un expediente que es­pecialistas califican como inviable y sobrevalorado.

El informe técnico fue elaborado por la empresa Corporación Peruana de Ingeniería y Tecnología S.A.C. Se­gún el contrato, debía incluir cálculos de consumo energético, estrategias de instalación no invasiva y un sistema de transmisión robusto. Nada de eso se había verificado en la práctica.

PANELES NO FUNCIONAN

Uno de los ejes del proyecto es el uso de paneles solares de 60W (se­senta vatios de potencia nominal), que según el expediente técnico se­rían los encargados de alimentar las cámaras de vigilancia, incluyendo dispositivos PTZ (cámaras que gi­ran, se inclinan y hacen zoom, usadas para vigilancia de gran alcance) que consumen más de 10W. Sin embargo, en Machu Picchu, la radiación solar efectiva es de solo tres horas por día en invierno, y la nubosidad constante limita aún más su rendimiento.

“El sistema no va a funcionar bien”, afirma el ingeniero Alfredo Te­llo, especialista en telecomunicacio­nes, egresado de la UNI y consultor con más de 20 años de experiencia. “Los paneles de esas características no garantizan funcionamiento conti­nuo, sobre todo de noche. Se requiere un respaldo energético adicional, y eso no está contemplado”, señala.

Más aún, algunos paneles están proyectados para ser colocados en inte­riores o zonas cerradas, lo cual, según Tello, “reduce drásticamente su eficien­cia. Es un error de diseño que compro­mete la autonomía del sistema”.

Cuando se le preguntó si se po­día ocultar los paneles solares para no afectar visualmente el entorno arqueológico, Tello fue contunden­te: “No hay forma de camuflar un panel sin perder eficiencia. Siempre generan contaminación visual. Y los paneles propuestos miden más de dos metros: son invasivos por defecto”.

¿PARARRAYOS SOBRE MUROS INCAS?

El expediente también contempla la instalación de 35 pozos a tierra y 21 pararrayos, con ubicación prevista en zonas extremadamente sensibles del santuario histórico. En lugar de buscar métodos no invasivos, el pro­yecto propone excavar zanjas hori­zontales de hasta 2.5 metros de largo junto a muros incas, lo que representa una amenaza directa a su estabilidad estructural. Las imágenes del expe­diente son claras: se planea intervenir áreas contiguas a estructuras arqueo­lógicas con obras que podrían fractu­rar cimientos, alterar drenajes natura­les y poner en riesgo físico elementos del patrimonio milenario. En un con­texto internacional, este tipo de in­tervención sería inaceptable. Pero en este caso, ha sido formalmente pro­puesta dentro de un proyecto público financiado por el Estado peruano.

“Eso es lo más preocupante”, se­ñala Tello. “Los pozos a tierra son totalmente invasivos. No se puede in­tervenir el patrimonio con excavacio­nes de ese tipo. Y si además se suman los pararrayos y los paneles solares, el impacto ya es insostenible”.

Además, el proyecto considera mástiles y cámaras instaladas sobre muros o rocas. Aunque los dispositi­vos son pequeños, el problema —se­gún el experto— es la presión lateral sobre las estructuras. “Los mástiles deberían ser de fibra de vidrio y estar mimetizados, pero nunca en contacto directo con los muros. Eso es una in­tervención inaceptable”, advierte.

Pero no termina ahí. Hay más ob­servaciones al proyecto. El expediente técnico propone usar la red pública 3G/4G para conectar las cámaras con el centro de monitoreo. Pero los datos oficiales de OSIPTEL revelan que la velocidad promedio en Machu Picchu es de solo 2.66 Mbps en 4G, y apenas 0.58 Mbps en 3G. Las cámaras PTZ, en cambio, requieren entre 10 y 30 Mbps para funcionar correctamente.

“La red celular está colapsada. Cada día ingresan más de 5,000 tu­ristas, y el 90% usa la red 4G. No hay forma de transmitir video en tiempo real desde esa red”, explica el ingenie­ro Tello. “El proyecto va a fallar desde el primer día”.

Según el especialista, la solución viable sería una red privada, combi­nando fibra óptica energizada y en­laces inalámbricos de alta disponibi­lidad. “Ese tipo de solución ya se ha usado en sitios patrimoniales como el Partenón en Grecia o Pompeya en Italia. No se puede improvisar en un sitio como Machu Picchu”, agrega.

EXPEDIENTE CARO

El contrato firmado con la em­presa consultora establece un pago de S/ 322,000 y un plazo de 60 días ca­lendario. Sin embargo, el expediente fue entregado más de un año después, sin memoria de cálculo, sin estudio de impacto visual, sin respaldo ener­gético viable ni soluciones de conec­tividad efectivas.

¿Justifica este expediente su cos­to? Tello responde sin rodeos: “Este producto final no es eficiente ni eje­cutable. Tiene que ser reformulado, y eso implica asumir gastos adicionales. Está sobrevalorado. No se puede im­plementar correctamente en el estado en que está”.

IMPROVISACIÓN

Frente a la gran interrogante —si un proyecto tan costoso y técnica­mente cuestionable puede imple­mentarse sin vulnerar el patrimonio cultural de Machu Picchu—, el in­geniero Alfredo Tello, especialista en telecomunicaciones, no titubea:

“Definitivamente no. Este expe­diente no resuelve el problema. Es un proyecto mal planteado, técnicamen­te débil y peligroso para el patrimo­nio. No se puede alterar visualmente el entorno con paneles solares, pozos a tierra y bancos de baterías, cuando existen tecnologías adecuadas y res­ponsables”.

¿Debe el Estado seguir impul­sando proyectos de seguridad que no garantizan resultados ni respetan el patrimonio cultural del país? ¿Quién asume la responsabilidad cuando una propuesta técnica termina siendo una amenaza real para la historia milena­ria del Perú?

ALERTA FINAL

El caso de la videovigilancia en Machu Picchu revela una peligrosa mezcla de improvisación tecnológi­ca, mala ejecución pública y falta de visión patrimonial. Cuando se trata de proteger un santuario reconocido como patrimonio de la humanidad y su importancia sacra, no hay margen para errores.

Implementar tecnología en un entorno como Machu Picchu exige rigor, experiencia y respeto. Lo que está en juego no es solo la eficiencia de una red de cámaras, sino la integri­dad de un legado milenario que no se puede reconstruir si se destruye.