No cumplió promesas que lanzó durante su campaña. Anunció hospitales, terminales, plantas de residuos y vías de evitamiento. No pasó del discurso.
Por: Karerina Bayona
A dos años y medio de gobierno, el gobernador regional del Cusco no ha cumplido ni una sola de las principales promesas que lanzó durante su campaña. Anunció hospitales, terminales, plantas de residuos y vías de evitamiento como si el Cusco estuviera a punto de despegar. Hoy, todo eso no pasa del discurso.
“En nuestro gobierno planteamos resolver el tema del tráfico”, dijo con tono firme. La promesa no era menor el ofrecía hacerlo en coordinación con el municipio provincial. Planteaba atacar el cuello de botella del Cusco urbano, ese embudo diario que atrasa la vida y el trabajo de miles de cusqueños. Hoy, la ciudad sigue atrapada en el mismo caos vehicular. No hay señalización moderna, no existen rutas alternas, no se han implementado corredores ni una sola política pública de reordenamiento. Cusco sigue igual o peor.
Pero Salcedo no se detuvo ahí. En plena campaña, presentó una solución que llamó la “verdadera vía de evitamiento”. Una obra vial de 50 kilómetros que, según él, nacería en Urcos, pasaría por Caicay, Huambutío y Taray, y conectaría hasta Chinchero bordeando la laguna de Piuray. No era solo una vía: era la arteria que reorganizaría el tránsito interprovincial y permitiría descongestionar el corazón urbano. Ni un solo metro de asfalto se ha avanzado. No hay expediente técnico, no hay financiamiento, no hay gestión.
Otra de sus frases más contundentes fue: “La carga pesada ya no entra en nuestra ciudad, sino que estará distribuida en estos terminales”. Con esa promesa anunciaba la construcción de dos terminales terrestres: uno en Anta y otro en Quispicanchi. “Ahí nace el Cusco metropolitano”, dijo, imaginando una región articulada de extremo a extremo. Hoy no hay terreno adquirido, no hay terminales y la carga pesada sigue atravesando la ciudad por donde puede.
En materia ambiental, Salcedo asumió un compromiso que no le correspondía del todo. Sobre la basura, su promesa fue igual de directa: “Tenemos que tener una planta de tratamiento de residuos sólidos. El gobierno tiene la posibilidad de intervenir inmediatamente”. Añadió que “ya tenemos el terreno” y que el 90% de los residuos podía reciclarse. Esa planta nunca se ejecutó, no hay licitación, no hay gestión ambiental. Cusco continúa enterrando su basura sin planificación ni reciclaje metropolitano.
Werner Salcedo sabía que heredaba un problema sin resolver: el Hospital Antonio Lorena seguía en manos del gobierno central. Pero lejos de limitarse a exigir su entrega, usó esa crisis como impulso de una promesa mayor. “Mi compromiso es entregarles el hospital regional como gobierno regional”, declaró, convencido de que podía levantar una nueva infraestructura desde cero. Fue una de sus ofertas más llamativas. Hoy, no hay terreno adquirido, no hay perfil técnico, no hay ni siquiera una maqueta. La promesa del hospital regional quedó en el aire. Pero no fue la única. En el papel, ofreció también un hospital pediátrico, un centro de salud mental, una planta de tratamiento de residuos hospitalarios y un centro de rehabilitación. Y entre todas esas promesas, destacó una con tono urgente: “Un compromiso inmediato en el primer año de gestión es el centro oncológico del adulto mayor y un centro de radioterapia”. Nada de eso se ha iniciado. No hay presupuesto, expediente ni planificación pública visible. La salud, que fue vendida como prioridad, terminó convertida en la más grande omisión de su gestión.
Tampoco se construyó el colegio de alto rendimiento, ni la villa metropolitana con parque temático y espacio para estudiantes con necesidades especiales. Todo quedó en el papel. Salcedo prometió levantar un Centro Metropolitano de Alto Rendimiento “único en la región”, con su propia clínica especializada, y lo vendió como una joya del deporte sudamericano: solo había uno así en México, otro en Ecuador, y —según él— el siguiente estaría en el Cusco. Dijo que ya se tenía el terreno, el perfil técnico, y que solo faltaba ejecutarlo. Hoy no existe ni el primer ladrillo, ni la carpeta técnica, ni siquiera una mención en su presupuesto regional. La juventud cusqueña sigue entrenando en losas deterioradas y compitiendo en el olvido. No hay política pública, no hay centro, no hay visión. El deporte —ese que prometió impulsar como pilar— ha sido lo último en lo que ha pensado. La ilusión del alto rendimiento terminó convertida en una promesa sin cancha, sin clínica y sin vergüenza.
Salcedo habló de revolución, de refundación, de levantar al pueblo. Pero lo que ofreció con palabras nunca se tradujo en gestión. Lo que presentó como compromisos inmediatos fueron, en el mejor de los casos, ideas sin rumbo. Cusco sigue esperando asfalto, hospitales, orden y obras. Y el discurso, hoy, no basta.
Este análisis no se basa en suposiciones ni percepciones ajenas: es un contraste directo entre lo que Werner Salcedo ofreció como candidato y lo que ha ejecutado como gobernador. Las promesas aquí descritas fueron recogidas de sus propias palabras en debates electorales, entrevistas públicas y la presentación oficial de su plan de gobierno ante los medios de prensa. Todo está registrado. Su hoja de ruta, titulada “Sayari Sunchis – Levantémonos”, consta de 61 páginas cargadas de consignas emocionales, simbología andina y un relato épico de refundación regional. Pero más allá de la retórica, las propuestas concretas que allí se insinúan —cuando existen— siguen sin ejecución, sin sustento técnico y, en muchos casos, sin siquiera haber sido iniciadas. Dos años y medio después, ese plan ha sido el reflejo de lo que fue es y será siempre el discurso del Gobernador mas viajero de la región Cusco: Puro Populismo.
Fuentes:
https://www.facebook.com/share/v/1AsKNEzD4K
https://www.youtube.com/live/sYQ8gQBFJ30?si=F2XC61UYsWTSitfr
https://www.facebook.com/1598306793715452/videos/356188673239016
https://mpesije.jne.gob.pe/docs/fc58206d- 2e74-4f8f-b399-2916c1536596.pdf