Los sucesos de esta semana me han llevado a plantearme algunas cuestiones relacionadas entre sí. La primera el ejercicio del activismo virtual, o ciberactivismo, que fue preponderante para la convocatoria a las marchas mundiales contra la embajada de Brasil para protestar contra Bolsonaro por destruir la Amazonía. Lo cual ya no es un fenómeno nuevo y que reproduce lo acontecido en otras partes del globo, como la denominada “primavera árabe” o la campaña electoral de Barack Obama, por citar algunos ejemplos. Es interesante testimoniar que algo así se produce en la capital, que concentra el 44% de usuarios de Internet a nivel nacional, según el INE. Cifra que no es muy alta si la medimos con la de otros países. Este fenómeno, el uso de las redes, nos propone algunas reflexiones. No-lugares y plazas A pesar de las críticas de las que es objeto, como las de Maximiliano Korstanje, tomaremos el concepto del “no-lugar” de Marc Augé, refiriéndolo a los sitios del desencuentro o de-comunicación. Trataremos de ampliarlo, inclusive, para lo cual ponemos como ejemplo: Si tenemos 5 personas en una sala familiar, cada uno conectado a una tablet, un iphone, o lo que sea, y no conectados entre sí, ¿realmente están compartiendo un lugar, como experiencia espacial-relacional? Lo que cabe resaltar, es que las marchas reconfiguraron lugares de tránsito e invisibilización del otro, como las grandes avenidas, de ser “no lugares”, a ser lugares antropológicos, donde la motivación, es decir una idea, una intención, genera “comuniones”, en base a aspectos de interés mutuo y en los cuales se da la “colectividad” en el plano físico, pues esta también se da en el plano virtual. De hecho la “idea” para realizar las marchas se generó en dicho plano. Aquí debemos resaltar que se produjo lo que denominaremos “El Paso”, que los líderes del futuro inmediato deben tener en cuenta, de una nueva ágora desterritorializada a un dispositivo espacial, con una historia, un pasado, un objetivo definido de antemano, con caminos y un trazado preponderante en la ciudad, es decir la Plaza, para que dicho espacio termine de “nuclear”, de fijar la identidad y el objetivo de la demanda, en dos direcciones: en la mente y el cuerpo de los demandantes y en la “percepción” de la autoridad contra quienes se efectúa la demanda. La soledad del llamado nativo virtual, digamos, “encapsulado” frente a su ordenador, recibiendo, por lo general, toneladas de (des)información o información trash, se vio alterada por los ciberactivistas, quienes supieron realizar la “incitación” necesaria. Es así que en esta era se hace imperativo un cambio del PARADIGMA DE GESTIÓN en el ámbito de lo político. Partidos políticos 2.0 El uso de las nuevas tecnologías demuestra cada vez más su importancia, como factor de influencia, entonces ¿a cuánto debe elevarse dicha influencia? ¿Cuál es el papel del ciberactivista? Creemos que debe ser incitador-supremo, el que tome el pulso a la realidad y lo traslade a las redes, de manera clara y concisa, para lograr “El Paso”, mediante este feedback. Obvio que deben existir estrategias diferenciadas en lo rural y lo urbano. No debemos creer de manera ingenua que el ciberactivismo ES la panacea, pues teorías como la Aguja Hipodérmica, de Harold Lasswell, basada en el conductismo, han quedado superadas por una realidad mucho más compleja. A continuación ponemos una tabla “intervenida”, pues fue hecha para mostrar diferencias entre empresas, por Pedro Hernán Ciancaglini, de la Argentina, en su artículo: “Compañías Modernas – Enterprise 2.0”, pero que creemos se debe aplicar al accionar de los partidos políticos también, que además deben ya entrar en una lógica empresarial, en su funcionamiento, ojo, no es sus fines.